lunes, 16 de mayo de 2011

Consecuencias de suspender un examen: Parte I

Recuerdo mis 15 años como la época más profunda de mi vida. Nunca había sentido un amor tan grande hasta entonces, y como consecuencia el dolor vivido no pudo haber sido peor. Y me alegro, estoy contenta de haber sido partícipe de una historia de amor tan profunda y del dolor más intenso. Por aquel entonces vivía las emociones al máximo. Siempre decía lo que pensaba, expresaba mis sentimientos. Cuando algo iba mal intentaba solucionar los problemas de la gente que quería. Mis amigas y yo nos contábamos todo lo que sentíamos a cada instante, por muy negro y horripilante que fueran nuestros deseos, siempre los compartíamos y nos ayudábamos entre nosotras. Nosotras era todo lo que teníamos. Fueron años dorados para la amistad y el amor. En cambio ahora, todo está al revés. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Cada vez hace más frío en este lugar y las personas que llevo tanto tiempo queriendo están más distantes que nunca, aunque quiera creer que no es así. Llevo mucho tiempo pensando que todo esto formaba parte de ese famoso proceso llamado crecer, hacerse fuerte y ese tipo de cosas del que todo el mundo habla. Pero hay muchas cosas que todavía no entiendo. 
A medida que pasa el tiempo las cosas me afectan menos, me levanto más rápido de mis caídas y disfruto más del día a día. "Cada vez soy más fuerte", me repetía cada vez que esto pasaba. Y no es así, nada es así. La única realidad es que cada vez finjo más, me preocupo más por lo que la gente piense de mí que por las personas que me importan, me escondo, no pienso lo que digo ni digo lo que pienso, siento miedo, miedo a todo. Miedo a que me hagan daño y miedo hacerlo. Miedo a no volver a sentirme llena como solía. Ya no me siento cómoda con las que eran mis mayores confidentes ni tampoco soy capaz de expresarme como antes; el miedo me lo impide. Y también me avergüenzo, me avergüenzo de estar convirtiéndome en un adulto más de esos que pasean por las calles indiferentes a su alrededor, que no son ellos mismos, que al crecer buscaron una nueva identidad. No, me estoy equivocando. Me avergüenzo de estar convirtiéndome en un adulto más de esos que pasean por las calles indiferentes a su alrededor, que no son ellos mismos, que al crecer dejaron que la sociedad eligiera su nueva identidad. Y esta vergüenza hace que vuelva a tener miedo, pánico a no volver a sentir como antes. Incluso estas paranoias que me hacen sentir tan triste ahora mismo, parecen de mentira en comparación de la intensidad con la que los vivía hace algunos años. Necesito alguien que me desconecte el cerebro y me encienda el corazón.